domingo, 18 de diciembre de 2011

DESAVENIRSE - Carla Figueroa -


Página 12, sábado 17 de diciembre de 2011
Desavenirse

El autor sostiene que “la institución del avenimiento, aplicada a asaltos sexuales, se basa en criterios sobre psiquismo, sexualidad y género que son erróneos y, en algunos casos, de naturaleza francamente perversa”, por lo cual propone que sea eliminada de la legislación.

*       Por Mario Burgos *

El asesinato de Carla Figueroa y la presunción de que el victimario sea su flamante esposo y anterior violador, Marcelo Tomaselli, puso en cuestión la relación entre violación y “avenimiento”. La institución del avenimiento, aplicada a asaltos sexuales, se basa en criterios sobre psiquismo, sexualidad y género que se supuso científicos pero son erróneos y, en algunos casos, de naturaleza francamente perversa. Tales criterios, presentes en la vieja ley sobre delitos sexuales, se mantuvieron en la Ley 25.087, de 1999, por lo que es preciso que los actuales diputados y senadores se hagan cargo del triste legado y produzcan una ley con perspectiva de género, fundada en el conocimiento científico y que se constituya en una avanzada contra todas las formas de ataque sexual. Al fin de cuentas, en un país que comenzó a poblarse sobre la base de violaciones, legislar conforme a derecho es restablecer historia, identidad y salud mental.
La actual institución del avenimiento presupone que el violador sólo ha de tener un solo objeto de agresión: esa víctima circunstancial. Si no se partiera de este presupuesto, no se dejaría librada a la decisión de la víctima el mecanismo por el cual el agresor puede quedar en libertad. Se dice que “las cárceles no son para castigo, sino para resguardo”, de la sociedad y del que delinque. Pues bien, en este caso no es la sociedad la que decide que no debe ser resguardada, sino una sola persona: la víctima. Pero no existe evidencia clínica ni investigación que demuestre que el violador está fijado a un solo objeto de agresión sexual. Por el contrario, innumerables casos demuestran la naturaleza compulsiva de tales actos y su tendencia a la repetición. Por otra parte, ya que dejamos que la víctima active la posibilidad de liberar al agresor sexual, en el caso de la víctima que no se “aviene” ¿por qué no le dejamos decidir qué pena aplicarle a quien la violó?
En rigor, un avenimiento es un acuerdo tras un disenso: una reconciliación. Establecer tal institución entre violador y violada es suponer como pares a dos personas que no lo son: uno es un delincuente agresor, la otra es una víctima agredida. Se plantea así una paridad perversa que borra lo que diferencia a ambos y deja librado el camino para borrar el delito mismo: “En tal caso la pena quedará extinguida”, dice el artículo 15 de la Ley 25.087.
A partir de esa falacia inicial, habilitada la institución del avenimiento como un hecho individual en el que la única decisión de naturaleza social correría por cuenta de los jueces intervinientes, se avanza a otro falso presupuesto: considerar que la víctima está en condiciones de decidir libremente si avenirse o no. Tanto por el orden sexual vinculado con la violación como por la batería de prejuicios sociales con los que la violación se liga, pesan sobre la víctima una serie de presiones que dificultan su posibilidad de elegir libremente. En primer lugar pueden operar formas regresivas, ligadas a fantasías de seducción y erotismo infantil, que resultan culpabilizantes para la víctima. Muchas veces esos sentimientos operan en el sentido de no denunciar una violación, de sentir culpa por “no haber resistido lo suficiente” o por haber supuestamente motivado al agresor de manera inconsciente. En mujeres abusadas o víctimas de agresión reiterada en su infancia puede agregarse un resto de duda –por lo tanto, de culpa– acerca de los sentimientos que se activaron en el momento de sufrir la agresión sexual. No hay por lo tanto base científica alguna para suponer capacidad de libre elección al momento de “avenirse”.
En el “avenimiento” se instala, como mecanismo de restitución de algún tipo de honor perdido, la pespectiva de que el agresor reconozca a la víctima como pareja, esto es, como mujer digna de cohabitar y compartir su vida con él. Basta considerar una de las reformas que la Ley 25.087, de 1999, introduce respecto de la vieja ley sobre delitos sexuales. Esta última establecía, en su artículo 132, que “en los casos de violación, estupro, rapto o abuso deshonesto de una mujer soltera, quedará exento de pena el delincuente si se casare con la ofendida, prestando ella su consentimiento, después de restituida a casa de sus padres o a otro lugar seguro”. No se ve otra explicación para aquel párrafo que el entendimiento de que “la ofendida” (¿se hablará del mismo modo cuando se trata de un banco y alguien lo roba?) deja de serlo si el que usó su cuerpo “se aviene” a legitimar ese uso mediante el compromiso de pareja. Hablando más claro, se vuelve al primitivo concepto patriarcal: el varón –incluso el violador– otorga pureza a la mujer impura al reconocerla como su par. Como supo decir un dinosaurio de la Corte al que no le caía bien el matrimonio igualitario, el mater (madre) munium (oficio de) es un reconocimiento de que la mujer puede establecer familia (literalmente “oficiar de madre”). Eso sí, por vía institucional y a instancias de un varón. O tal vez, sencillamente, legisladores y legisladoras conocen de la cotidianeidad de la violación dentro de matrimonios y, en lugar de sentar precedente en contra de tal práctica, prefieren legitimarla mediante la institución del avenimiento.
Esta institución convalida, mediante los mecanismos y presupuestos que hemos descripto, toda una batería de prejuicios sociales con respecto a la sexualidad femenina y al derecho de ejercerla libremente; en particular, los prejuicios que tienden a culpabilizar a la víctima por la conducta del agresor. Para dar otro caso de la “libre elección” del avenimiento por parte de la víctima: supongamos que una chica es violada a los 13 años y esta violación, que va a juicio, es conocida por los varones de su entorno, en un ámbito de valores tradicionales y prejuiciosos: ¿qué podrá hacer para adquirir reconocimiento social y aceptación? Para cuando llegue a los 16 años, la ley tiene su respuesta: avenirse.
Prescindo en este texto de ocuparme de otras perlas de la legislación vigente, como el concepto de “acceso carnal”, cuyas variantes hacen dudar no sólo del conocimiento sino de la salud mental de quienes los convalidan. En todo caso, un abordaje legislativo abriría camino a revisarlos en beneficio de toda la sociedad.
* Psicólogo. Trabaja en la sala de atención primaria 1º de Mayo, Villa Sapito, Lanús. Presidente de Fundación R.E.D.
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Fallo judicial, obra macabra

*       Por Andrea Homene *

La ley 12.569 de la provincia de Buenos Aires, de Violencia Familiar, en su artículo 1º establece que “se entenderá por violencia familiar toda acción, omisión, abuso, que afecte la integridad física, psíquica, moral, sexual y/o la libertad de una persona en el ámbito del grupo familiar, aunque no configure delito”. Los tribunales de familia, jueces de menores, juzgados de primera instancia en lo Civil y Comercial y los juzgados de Paz del domicilio de la víctima son competentes para intervenir ante las denuncias que se efectúen. Estos órganos judiciales tienen facultades para dictar medidas inmediatas –restricciones perimetrales, exclusiones del hogar, etcétera– que tiendan a evitar la consecución de los hechos de violencia denunciados. La experiencia en el área de violencia familiar indica que, una vez que ha intervenido la Justicia, en la gran mayoría de los casos los hechos denunciados no se reiteran. La intervención de un tercero mediatizando la relación entre dos, rompiendo con el aislamiento al que es sometida la persona objeto de la violencia (a menudo inhibida por lazos familiares y de amistad), suele tener un efecto pacificador, al reducir el poder que el agresor mantenía frente a su víctima.
Si bien en el ámbito del trabajo en violencia familiar suele hablarse de víctima y agresor, desde el punto de vista psicoanalítico es sabido que la responsabilidad subjetiva no es ajena a ninguna de las partes. Existen entramados inconscientes que determinan los posicionamientos y contribuyen al mantenimiento de las situaciones de violencia. Esto de ningún modo significa que quien es agredido sea “culpable” de esa agresión. Pero, a la vez, no se trata de un sujeto completamente pasivo. En todo caso, en el espacio de un tratamiento psicológico, cada sujeto tendrá la posibilidad de trabajar acerca de su implicación en los hechos que padece.
El caso de la joven de La Pampa pone de manifiesto de manera descarnada algo de esta situación: en su historia familiar aparece la marca del asesinato de su madre a manos de su padre, cuando ella tenía pocos meses de vida. En su adolescencia, a muy temprana edad, entabló una relación de pareja con un hombre con el que tuvo un hijo. El le impuso una vida signada por el terror y, cuando ella logró separarse, la amenazó con un arma blanca y la viola. Ella lo denuncia, y una vez preso, lo visita regularmente en la prisión. Seguramente a instancia de sus asesores legales, solicitan la aplicación de la figura del avenimiento (art. 132 del Código Penal), que admite el “perdón” de la víctima de abuso sexual mediante una “propuesta libremente formulada, y en condiciones de plena igualdad”, cuando existiera una comprobada relación afectiva preexistente: el tribunal podrá excepcionalmente aceptar esta propuesta cuando considere que es un modo más equitativo de armonizar el conflicto “con mejor resguardo del interés de la víctima”, y “en tal caso, la acción penal quedará extinguida”. Por aplicación de dicho artículo del Código Penal, en el caso citado, tras contraer matrimonio, el joven fue puesto en libertad, volvieron a convivir y, a los pocos días, luego de que el caso se difundiera en los medios de comunicación (no es dato menor que el hecho denunciado haya sido puesto en conocimiento de la opinión pública), la joven de 19 años fue asesinada a puñaladas por su esposo, en presencia de su hijo de tres años y de la madre del agresor.
Un magistrado solía decir que “los jueces no somos justos: nos ajustamos a derecho, que no es en todos los casos lo mismo”. En términos estrictamente jurídicos, se podría decir que la decisión del tribunal interviniente en este caso se ajustó a derecho. Sin embargo, cabe preguntarse cuáles han sido los estudios que se realizaron para determinar que la joven “actuaba libremente” y “en condiciones de plena igualdad” al pedir el avenimiento. En los contextos de violencia no hay plena igualdad: el poder para ejercer la violencia suele estar de un solo lado, y el impacto subjetivo que la violencia crónica produce sobre la subjetividad suele ser arrasador. La desvalorización, la pérdida de autoestima, los trastornos del estado de ánimo, la impotencia, gobiernan la vida de quienes son sometidos a reiteradas agresiones.
Por otra parte, más allá de las intimidaciones de que tal vez haya sido objeto la joven, y que por sí solas habrían obstaculizado su “libertad”, aun más allá de esto su presunta “libertad” es justamente aquello de lo que el sujeto no dispone: la sobredeterminación inconsciente hace que la vida de un sujeto esté signada por las marcas en torno de las cuales se ha constituido. De este modo, la joven tal vez haya encontrado en su esposo a aquel que, por sus propias marcas, iba a vestirse con el traje apropiado para ser partícipe de la repetición de una historia: la de la vida de ella, la de su origen, la de su marca constituyente, en la que una madre es asesinada por el esposo dejando a un pequeño hijo, ella misma, en el más absoluto desamparo. Pese a todo esto, la joven había logrado reunir la fuerza para denunciar a su violador. Pero el fallo que determinó la liberación de éste no hizo más que contribuir a la conformación de una obra macabra, en la que el acto final estaba escrito desde su primer capítulo.
* Psicoanalista. Perito psicóloga en la Defensoría General de Morón. Autora de Psicoanálisis en las trincheras. Práctica analítica y derecho penal.

sábado, 3 de diciembre de 2011

POLEMICA EN EL FUTBOL


sábado, 3 de diciembre de 2011


Fte. :Página 12 del viernes 2 de noviembre de 2011

El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, propuso que las jugadoras de fútbol femenino se calcen hot pants. La propuesta, se supone, daría más difusión al fútbol femenino ¿O tal vez sólo imponga nuevos estereotipos y exigencias para quienes quieran mover la redonda? Desde la AFA, la idea es bienvenida: tal como están las cosas, las chicas son obligadas a jugar con ropa diseñada para cuerpos que no se parecen a los suyos y los pantalones apenas les permiten abrir las piernas en un pique. Polémica y pasión en torno de un juego que practican al menos 30 mil argentinas, aunque a las nenas, todavía, se las suela dejar al costado de la cancha a la hora del recreo.
       Por Luciana Peker

El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, aseguró que la utilización de pequeños shorts (reproducidos en las noticias internacionales como “hot pants”) por parte de las jugadoras podría promover “una estética más femenina al fútbol” para promocionar un deporte que juegan aproximadamente 30 millones de mujeres en el mundo y 30 mil en la Argentina con 3000 que están federadas y compiten oficialmente, según cifras de la AFA.
¿Una forma de difusión o de cosificación? ¿Una estrategia de marketing que potencia la posibilidad de jugar de las mujeres o una manera de jugar con las mujeres a través del marketing? “Para incrementar la popularidad del juego deberíamos permitir que las mujeres jueguen con ropas más femeninas como lo hacen en el vóleibol. Con shorts más ajustados las mujeres se lucen más lindas”, remarcó Blatter como si hablara de maniquíes.
“¿Por qué no sumar al fútbol a la moda?”, increpó Blatter, un hombre que sabe más de negocios verdes que del pasto de una cancha y menos de los picaditos de potrero. No se trata sólo del negocio de la televisión, sino de los futbolistas como nuevos iconos de moda –David Beckham y su imposición de la llamada metrosexualidad en los noventa– que no tienen, hasta ahora, una contracara femenina, aunque lo que se quiera resaltar no sea el juego ni la cara, sino el culo de las jugadoras. ¿Para abrir el juego? ¿Para agrandar la cosificación a cancha llena? Las declaraciones de Blatter empezaron por el cuerpo de las mujeres y terminaron en nuevas reglas del juego. El también sugirió la implementación de reglas diferentes que los hombres. ¿Cuáles? “La utilización de una pelota más liviana.” ¿Es necesario? ¿Es justo? ¿Es discriminatorio o una adaptación de un deporte a la biología femenina? Blatter siguió con su aggiornamiento y pidió que el fútbol playero se incorpore como disciplina olímpica. Los medios, claro, bromearon si, en ese caso, las jugadoras iban a tener que jugar en bikini.
Hace algunos años una publicidad de un medio deportivo hizo famosa la frase “No me pidan que cabecee” con un jugador que salía recién peinado –ironizando sobre su prioridad en el peinado más que en la tabla de posiciones– y que, casualmente, exageraba sus ragos y prioridades “femeninas”. ¿Es muy difícil imaginar cuáles serían las estereotipadas prioridades que se impondrían a las mujeres de prosperar la propuesta de la playa y la bikini? ¿El fútbol puede dejar de ser un espacio de libertad para renacer como otro Showmatch en donde se patee por un sueño?
Pablo Orsi, periodista deportivo de CN23 y Radio América, cuestiona: “Me resisto a pensar la pregunta enfocada sólo en el negocio de la redonda aunque no creo que la FIFA me deje otra opción. Si Blatter quiere que las mujeres se vistan más sexies es sólo porque creerá que con eso conseguirá vender mejor el producto”. ¿Y vender más está mal o les puede sumar a las mujeres mayor expansión en el deporte? “No le va a sumar nada –descarta Orsi–. Llamar la atención no le va a generar un crecimiento al deporte. Si la propuesta provoca mayores ingresos al fútbol femenino por una supuesta atracción visual será poco lo que le quede como rédito. El juego pasa por otro lado. No creo que nadie recuerde el gol de Maradona a los ingleses por los pantalones cortos y ajustados, bien parecidos por cierto a los hot pants. Al tenis femenino, por citar un ejemplo, no le aportó nada la vestimenta sexy pero a algunas tenistas sí. Anna Kournikova no será recordada por su talento –escaso por cierto– dentro de la cancha sino por su cuidado look y las campañas publicitarias. El mayor beneficiario de las polleritas, la belleza y la exposición mediática no es el juego sino la cuenta bancaria.”
“La idea de los hot pants me parece digna de los dinosaurios que conducen la FIFA. No me sorprende porque el machismo es una característica de la dirigencia del fútbol en general. Cuando Blatter dice que hay que hacer más sexy al fútbol femenino no está pensando en el deporte, sino en el negocio: en los patrocinadores y en la televisión. En el dinero que pueda entrar a las cuentas de la institución que preside, las cuales, no está de más decirlo, son muy poco transparentes. Las deportistas no necesitan lucir sexies ni eso le suma nada al deporte. Considerar que ésa es la forma de desarrollar y masificar una disciplina femenina es faltarles el respeto a las mujeres y, sobre todo, a las deportistas”, critica Alejandro Wall, periodista especializado en deportes de Tiempo Argentino y la revista Un caño y autor del libro Academia, carajo.
No es una cuestión de mujeres y varones, sino de puntos de vista. Wall mira, pero mira distinto que muchos supuestos fanáticos del fútbol: “El fútbol, además del negocio de la FIFA, es épica, es emoción, es juego y eso no tiene nada que ver con mostrar el culo. Pero a Blatter no le importa el derecho a jugar de las mujeres. No le importa que cada vez más pibas puedan acercarse a una pelota. A Blatter y a la FIFA les importa hacer buenos negocios y la prensa del deporte de los grandes medios reproduce ese machismo sin tibiezas. Durante los entretiempos de los partidos las cámaras de la televisión buscan escotes bien pulposos y, tantas veces, le agregan algún comentario de sus periodistas. En los diarios tampoco faltan las llamadas fotos de color donde abundan las mujeres. No se trata de pacatería ni moralina, pero hay que decir que Larissa Riquelme (conocida por su escote y ahora protagonista de Showmatch) no salió de un programa de chimentos, sino de una transmisión deportiva. Durante el Mundial de Sudáfrica su escote con el celular saltó de la TV a las páginas deportivas. Acaso para Blatter y sus amigos la mujer y el fútbol sean eso”.
También en la revista Un caño la nota “En el diario no hablaban de ti”, de Ezequiel Fernández Moores, se cuenta que en el último Congreso “Play the Game”, que se hizo en octubre, la Universidad Alemana del Deporte de Colonia presentó un trabajo analítico de la prensa deportiva mundial en donde se revisaron 17.777 artículos de ochenta diarios de veintidós países (ninguno de habla hispana) y concluyó que más del 90 por ciento de los autores identificados son varones y el 85 por ciento de los deportistas mencionados en las crónicas también son hombres. “De cupo femenino, ni noticias”, apunta Fernández Moores.
Mónica Santino es pionera en la Argentina en jugar, dirigir y entrenar fútbol femenino. Ella le pega a la propuesta del presidente de la FIFA: “Es un espanto. Sólo viene a confirmar que el deporte es lo más sexista que hay y Blatter está tejiendo únicamente otra estrategia de venta del fútbol femenino reivindicando los prejuicios y los discursos patriarcales sobre los cuerpos de las mujeres”. Mónica, mientras tanto, sigue dando clases de fútbol femenino en la Villa 31 y en un predio de Villa Martelli, a cargo de la Dirección de la Mujer de Vicente López, como una manera de pelear por los derechos de las mujeres (al movimiento, al disfrute, al juego) y también como una forma de empoderarse para pelear (más fuertes, más rápidas, más unidas) contra la violencia de género. En esa pelea, en la que tantas veces tiene que poner el cuerpo, ella quiere fundar –cansada de que la corran de canchas– un club de fútbol femenino. Sabe que no es fácil, pero que nunca está todo dicho. “La batalla va a ser larga. Yo sufrí la discriminación y la postergación que el fútbol femenino tiene desde la propia AFA. Pero vamos a seguir dándola.” Y la da con la palabra y la puja: “El fútbol es una herramienta maravillosa para construir ciudadanía, prevenir la violencia de género y generar lazos. No hay nada más hermoso que tirar paredes con una amiga”, rescata la ex jugadora de All Boys que forma a otras jugadoras como Laura Muñoz, quien dice: “No porque vivamos en una villa somos menos que nadie o no podemos jugar al fútbol. Al contrario, me da más ganas, para demostrarle a todo el mundo lo que podemos hacer”. Laura jugó en el Mundial de los Sin Techo en el 2009. Sin lustre, con tantas ganas como su cuerpo aletea brazos y brinda sus piernas en ese momento en que once son muchas y la gracia está en que parezcan pocas para pasar la pelota entre ellas y encontrar la red. La red es gloriosa.
El fútbol es una posibilidad de gritar, de esquivar, de danzar, de patear con fuerza, de bajar la cabeza y de conocer la revancha. El fútbol es libertad. Por eso, el problema tal vez no es la ropa, sino para qué se use esa ropa. En Perú, por ejemplo, un grupo de madres campesinas del distrito de Sitabamba, en la provincia de Santiago de Chuco, participaron en octubre del II Campeonato de Fútbol con Polleras. Las polleras fueron una forma de ser ellas, las mismas que cosen, tejen, siembran y cuidan a sus hijos, pero que podían frenar con sus cargas diarias para pensar solamente en agarrar la pelota y hacerla girar. “Las polleras no les impidieron efectuar remates potentes, las trenzas tampoco dificultaron sus certeros cabezazos y el cansancio no pudo doblegarlas para hacer quedar bien al caserío que representan”, indicó el diario local. Tal vez suponiendo que las polleras y las trenzas sí eran un freno, tal vez mostrando que lo importante no es cómo se vistan las jugadoras, sino si se tienen que vestir para disfrutar o para vender.
La periodista deportiva Angela Lerena, de la Televisión Pública (Canal 7) y ESPN, apunta al centro de la cancha (y del debate): “Creo que lo importante es respetar el deseo de las mujeres. Que quienes quieran muestren más su cuerpo y quienes no quieran o no se sientan cómodas no. Entre los futbolistas hombres la tendencia es que las marcas de ropa deportiva pongan a disposición de cada uno una camiseta más ajustada y otra más floja como se vio en el último Mundial. Cada uno elige. Con las chicas podría hacerse algo similar. Obligar a una deportista a vestirse sexy en contra de su voluntad es una forma de violencia de género y no hay ningún objetivo de difusión que justifique avasallar los derechos de las mujeres”.
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JOSEPH BLATTER:
De la presidencia de la FIFA al baile del caño
        Por Bet Gerber *

Hace pocos días y a raíz de las acusaciones surgidas entre jugadores de la máxima categoría de fútbol inglesa, el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, negó la existencia de actitudes racistas en las canchas de fútbol. En opinión de Blatter “el racismo sólo existe si hay discriminación fuera del juego” y agregó haber visto en Sudáfrica cómo ha desaparecido tal problema ya que la Copa del Mundo habría probado que se puede conectar a la gente. Como el dirigente profundizó en el tema señalando que los insultos racistas eran, prácticamente, parte del juego que se resolvían con un apretón de manos al término del mismo, la FIFA se vio obligada a emitir un comunicado expresando que las palabras de Blatter se habían malinterpretado. “Lo que quería decir es que durante un partido, los futbolistas tienen batallas con sus oponentes y a veces hacen cosas equivocadas”, argumentó la institución en una versión libre del texto original.
Sobre la base de ésta y otras contradicciones entre ciertas declaraciones y propuestas de Blatter, se podría sospechar que el máximo dirigente de la FIFA no tiene cabal idea del significado de palabras como discriminación, racismo o sexismo, de modo tal que en ocasiones él mismo borra con el codo lo que escribe con la mano. Así por ejemplo, el 7 de octubre pasado, Blatter recibió a la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet. “Es un placer para mí discutir las posibilidades de colaboración entre ONU Mujeres y la FIFA, con el fin de vincular el fútbol y la promoción de la igualdad de género”, señaló Bachelet, en tanto que la máxima autoridad de la FIFA dijo entender las necesidades expuestas por la ex presidenta de Chile y anunció que “abordaremos los aspectos socioculturales en estrecha colaboración con ONU Mujeres”.
Pocos días antes de formular estas declaraciones, a fines de septiembre, Joseph Blatter había propuesto que las jugadoras de fútbol cambien shorts por hot-pants porque “con pantalones cortos más ajustados, las mujeres lucen más lindas y ellas ya tienen hasta reglas diferentes de las de los hombres, como por ejemplo la utilización de una pelota más liviana”. Como se trata del mismo Blatter que el del párrafo anterior, surge una curiosidad: ¿le habrá comentado esta propuesta a la directora de ONU Mujer durante su encuentro? Presumiblemente no, y resulta lamentable que haya desperdiciado la oportunidad, porque la ex presidenta de Chile habría podido explicar con claridad a Blatter la diferencia entre una cancha de fútbol y un teatro de revistas.
Desde los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia, en donde las mujeres estaban excluidas, en adelante, el mundo deportivo ha tenido un sesgo claramente masculino. Las mujeres llegamos al deporte después, en menor proporción, con menor difusión, menos público y, por ende, con premios y remuneraciones más bajas que las masculinas en el caso del deporte profesional. Aun cuando las mujeres accedan poco a poco a la práctica de deportes que durante siglos las han marginado, resulta evidente que los hombres han tenido más estímulos para integrarse a ámbitos deportivos. Los supuestos sobre qué nos resulta “natural” nos han jugado en contra y, para muestra, sobra un botón.
Hace algunos años, la diputada Diana Maffía fue a la colonia de vacaciones de su hijo a plantearle al profesor de educación física cierta preocupación: el nene le había contado que mientras los varones jugaban al fútbol, las nenas se quedaban sentadas en las gradas. El profesor corroboró la versión infantil. “A ellas no les gusta el fútbol”, dictaminó el pretendido docente, olvidando que su rol era abrir horizontes deportivos y no lo contrario. Para rematar, cuando Diana objetó que las nenas se quedaran una hora sin hacer nada, el profesor, confundido, le preguntó: “¿Pero usted no tiene un varón?”. De esta forma, el docente era hacedor de la profecía autocumplida: las nenas son malas para el fútbol. “Pero pueden festejar las jugadas de los varones”, sugirió, aventurando que algunas llegarían a porristas. Es decir, con cierto talento y bastante entrenamiento, podrían aspirar a desempeñarse como claque sexy de los que son legítimos deportistas, rol que en esa escena se presenta inalcanzable para ellas.
Hasta hace no muchos años el fútbol todavía estaba vedado para las niñas, e incluso hoy la práctica de varios deportes sigue siendo privilegio de pocas. Lo lamento por tantas mujeres, más allá de que muchas pueden preferir otros menesteres, tal como puede sucederles a tantos hombres. La diferencia es que en demasiados casos femeninos no existió la opción y esto conlleva limitaciones en el acceso a cierta dimensión lúdica que ofrece la práctica deportiva, un particular disfrute en donde se mezclan el despliegue del propio cuerpo con el juego grupal. Que pueda haber otras, sin duda, pero eso es harina de otro costal.
Si Blatter considera que esta situación se revierte mostrando más glúteos, cabría revisar su propia idea sobre qué es deporte. Como complemento de su propuesta, y en declaraciones de alto vuelo estético, el directivo señaló: “Moda y deporte no tienen por qué ir separados”. Cierto, no necesariamente deben ir separadas, ni arbitrariamente juntas. Obligar a una deportista a exhibirse para ciertos señores que equivocaron el escenario es un acto de violencia. En todo caso, si Blatter tiene competencias para definir el look de las mujeres deportistas, las mujeres deportistas podríamos tenerlas para determinar el look óptimo del presidente de la FIFA y proponer una intervención indiscutiblemente fashion: depilación completa con cera caliente para Blatter ya.
* Directora de proyectos de la Fundación Ebert en Chile.
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Como más te guste
“Tiene que cambiar la indumentaria porque no favorece al género”, afirma Karina Burijfon. Ella tiene 44 años, fue jugadora de fútbol femenino en una larga lista de clubes: Boca, Yupanqui, Excursionistas, All Boys. Hoy es una referente nacional y no quiere que la ropa sea más sexy pero que sí ayude a promover el fútbol femenino y que se cambien las camisetas para que las chicas estén más cómodas o para que se vistan más acordes al imaginario social de una mujer. Karina, desde los 16 hasta los 23 años, pateó la pelota (le hubiera gustado entrar a la cancha en pollerita pero no la dejaron) y, a partir de ahí, se dedicó como empresaria, periodista y –ahora– como dirigente de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) a desarrollar el fútbol femenino. Ella cuestiona la imposición de tener que hacer más sexy al deporte, pero respalda a Blatter en su decisión de cambiar la indumentaria de las jugadoras.
¿Cuál es el movimiento del fútbol femenino en Argentina?
–En Argentina hay 3000 jugadoras federadas y 30 mil mujeres que juegan al fútbol en torneos o de manera amateur. Hay once equipos de fútbol femenino en Primera. Estoy tratando de impulsar que haya intercolegiales que no existen y es importante. En cambio, en zona norte, hay muchos torneos en los countries y en clubes. También existen torneos bonaerenses.
¿Por qué crees que debería cambiar la indumentaria para jugar?
–Me gustaría que las chicas dejen de jugar con ropa de hombre y que hagan una ropa adecuada al género. Aunque no te mire ningún hombre, te gusta ponerte una ropa que no te quede ridícula. Tiene que ser cómoda obviamente, no sé si sexy –porque puede ser incómoda– pero sí que tenga características femeninas y no masculinas. El short y la remera están pensados para el cuerpo de un hombre y no de una mujer. Los hombros te quedan por la mitad del brazo, los pantalones te van siempre enormes y si hay una mujer que tiene mucho busto le queda muy ajustada o se tiene que poner una camiseta muchísimo más grande. El vestuario no debe ser más sexy, sino más adecuado, fundamentalmente, en el talle.
¿La FIFA quiere armar una pasarela en la cancha o expandir el fútbol femenino?
–Blatter no quiso decir lo que dijo porque conozco lo que piensa. Que la ropa tenga que ser sexy me parece una exageración. El piensa en que el fútbol femenino se pueda vender un poco más. El fútbol es un espectáculo y si las mujeres se visten de hombres disminuye el espectáculo. Vos vas a ver el espectáculo y no sabés qué estás viendo. Por eso, estoy de acuerdo con Blatter en que la ropa se adapte. El propone que se utilicen hot pants. Por ejemplo, en el fútbol femenino holandés cambiaron la vestimenta y juegan con pollerita y algunas se ponen calzas o short con pollerita y las mangas son más cortas: quedan en el antebrazo y son más entalladas.
¿Cómo te vestías cuando jugabas al fútbol?
–Con la ropa que había que usar y con la camiseta de cada club, pero usaba calzas cortas. No podía ponerme pollerita porque no me dejaban entrar a la cancha. ¿Por qué? Si las chicas del hockey juegan así vestidas. No hay ningún impedimento. Hasta es más cómodo porque podés abrir las piernas hasta donde querés sin que te trabe el pantalón. No es solamente que, ahora, las jugadoras no parecemos mujeres, sino que queda mal. Te dan el talle small o extra small de la ropa de varón. Creo que tiene que cambiar la indumentaria porque no favorece al género.
¿No se corre el riesgo de pedirles a las jugadoras que sean modelos y no futbolistas?
–En Alemania se jugó un Mundial de Fútbol femenino y fue un furor y las chicas para promocionarlo hicieron la tapa de Playboy desnudas. No me parece mal que cada una use su táctica, aunque tampoco es que te tengas que desnudar para que te miren jugar al fútbol. Pero sí me parece que las jugadoras parezcan una mujer y hoy no parecen una mujer. Por eso, la indumentaria puede ser ropa femenina como en hockey o tenis. Después si hay una mujer que no le gusta vestirse entallada se pondrá un talle más grande.
¿Por qué te parece que estos cambios van a favorecer a las jugadoras?
–Los hombres que juegan al hockey no juegan con las remeras de las chicas. Hasta en el basquet juegan con otro tipo de camiseta. Parece una locura lo que dice Blatter pero es el único deporte que la indumentaria es la misma para varones y mujeres. Esto va a contribuir para que el espectáculo sea más lindo. Hoy en día las jugadoras son payasos como están vestidas. Y, en tanto y en cuanto el fútbol femenino sume el apoyo de empresas privadas va a crecer como cualquier actividad. De ese modo va a ser más competitivo. Ahora, en la Primera, sólo las chicas de Boca perciben un viático y las demás no y muchas dejan porque no pueden pagarlo. El acercamiento a empresas va a hacer que un montón de chicas puedan seguir jugando.